“Imponderable” por Tony Oursler. NYC Museums
Si bien un “Evento” es -por definición de la Real Academia Española- un acaecimiento, una eventualidad, un hecho imprevisto, también es un “suceso importante y programado, de índole social, académica, artística o deportiva”.
Esto, que en apariencia es un contrasentido, en esencia no lo es: la eventualidad de un acontecimiento que ha sido programado, no reside en la falta de previsión de lo que pudo y debió ser previsto; un organizador que está planificando un encuentro al aire libre por ejemplo, no podría no prever que el día en que dé comienzo pueda llover. Lo eventual de un evento es un intangible que excede al organizador.
Qué es entonces lo eventual de un evento. La respuesta comienza en el momento en que los actores desarrollan los contenidos programados y en este punto, quienes organizamos no tenemos injerencia ni responsabilidad alguna.
Está, por ejemplo, en la inspiración, predisposición e impronta de los disertantes en una conferencia o congreso; en la creatividad, entrega y dedicación de un deportista en una justa; en la empatía de actores y espectadores durante un espectáculo teatral o artístico, en un contexto socio económico adverso producto de variables no controlables que afectan la capacidad de compra de los potenciales asistentes a una feria o exposición; en la apreciación, percepción e impacto que las obras de arte expuestas generan en el público asistente a un vernissage. Todas éstas son parte del abanico de posibilidades de lo “eventual”.
Son justamente los imponderables mencionados los que transforman cualquier acontecimiento especial en un evento. Y qué bueno que así sea, qué poco atrayente sería un acontecimiento en el que pudiera preverse lo que debiera surgir naturalmente. Qué poco afortunado sería, por ejemplo, el intento de planificar las sensaciones del auditorio frente a un hecho programado. Qué fútil sería la intentona de condicionar emociones frente a un acontecimiento artístico.
Finalmente, la definición, la demostración empática y la ilustración por la negativa, nos muestran que un evento es tal porque sus artífices y protagonistas son los actores y no los organizadores. Por eso, es necesario que los que somos profesionales en esta materia (e incluso aquellos que, sin conocimientos ni capacitación, incursionan en este ámbito) no nos confundamos ni confundamos más al público diciéndole que lo que ellos llaman un evento en realidad no lo es, ya que son ellos los que lo constituirán en tal, y no es nuestra tarea aleccionarlos sino lograr que así sea.
Por Antonio Ezequiel Di Génova
E-mail: info@antoniodigenova.com
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- Magíster en Neuro Comunicación (ESCO Universitas – Universidad Católica de Murcia).
- Magíster en Comunicación Corporativa, Protocolo y Asesoría de Imagen (IMEP -España)
- Licenciado en Relaciones Públicas (Universidad J. F. Kennedy – Argentina)
- Posgrado en Identidad e Imagen Institucional (Universidad de Belgrano – Argentina)
- Presidente de REDIRP (Red Iberoamericana de Profesionales de Relaciones Públicas)
- CEO de Antonio Di Génova Group. Consultoría Integral de Relaciones Públicas. Marketing Digital. Prensa y Organización de Eventos.
- Profesor de Grado en la Universidad de Belgrano y en la Universidad Nacional de La Matanza y de Posgrado en la Universidad Nacional de La Plata.
- Organizador del Simposio Internacional de Relaciones Públicas y de la Cumbre Latinoamericana de Relaciones Públicas y Comunicación Estratégica.
- Autor de 7 libros: Global PR; Ceremonial Empresarial; Organización Integral de Eventos; Manual de Relaciones Públicas; Gestión Integrada de Relaciones Públicas, Eventos y Protocolo; Organización de Congresos & Convenciones, Oratoria Neuroexperiencial y Comunicación.